Comentarios sobre la obra

Texto de José Manuel Álvarez Enjuto en Arteguía (nº 35, noviembre de 1987, p. 48-51)

Pilar Lara: sustancia, vigor y pasión

Primero fue P. Lara –hoy quizá pueda resultar anecdótica la razón del nombre abreviado en una sola letra, entonces no carecía de fundamento; se trataba de ocultar el sexo con la máxima intención, decir mujer significaba cierto arrinconamiento, un desinterés general en un terreno, como en la mayoría, ocupado, además, por señores; también en el campo de la inversión, en lo puramente crematístico del arte, una mujer no era, hoy casi tampoco, algo muy rentable: el matrimonio, los hijos, el hogar, en suma el abandono de los pinceles-. Más adelante lo hizo definitivo ¿por qué no), al completo: Pilar Lara, manuscrito, así, a la minúscula, alargándolo, enorgulleciéndose […]. Toda transformación, aquí, responde, en un acto subliminal de hondas secuelas anímicas, a un cambio de actitud y respuesta ante la pintura.

Esa mañana, Pilar andaba alterada […]. No era algo reciente, lo traía incubado de mucho tiempo atrás. Quería reaccionar […], tenía que cambiar, dar el salto, encontrar la receta incuestionable, óptima para sí, para los demás inevitablemente. Telas y más telas, comienzos sin fin, búsquedas inútiles, tubos baldíos, escenas estériles […]. Entonces, uno tras otro, vi lo último que había pintado, que pintaba en estos momentos. Allí surgía acumulado.

¡Qué pocas cosas de antaño! De una limpieza y atención casi hirientes a una desaforada agresividad, rebeldía formal. No quedaba ni un trazo retocado y académico viejo, los gestos eran libres, espontáneos, puros, refulgencias externas de conflictos ocultos, sangre palpitante, descarga emocional, desafío, contienda. El color, siempre su extrema preocupación, se había abierto explotando, prominente, espeso, rugoso, vehemente […].

Ahora no importaba la figura –durante años perseguida, mostrada desde la indagación técnica, desde el paso a paso lento en cada manchurrón para goce contemplativo, expresión susceptible, imagen cautivadora-, ni la variada composición ni los efectos combinatorios a base de extensiones lisas y sutiles de la pintura e hinchadas, estrechas y breves pinceladas, sino proporcionar satisfacción a su malestar. En esos cuadros existe un fin relativo, una conclusión más por agotamiento que por deseo; cada brochazo –prolijo, desprendido, abundante-, cada giro –violento, vigoroso, pasional-, cada color –vivo, ambicioso, rotundo- son borbotones desobedientes, impensados, salpicaduras de una irascibilidad reconcentrada, golpes contra la indigencia, la propia indefensión, ruidos al silencio, rumores al aislamiento. Irremediable pintura, substanciosa pintura.

P. Lara o Pilar Lara o LARA, a secas, no puede dejar de pelear, pelearse consigo misma; comenzó con la firma […] y continuó con lo demás: los modos (dibujo –firme, resuelto-, grabado –pulcro, fresco, bello-, litografías –saltos de color, formas de espacios abiertos-, óleos –analizados, profundos, brillantes-, acrílicos, mixtos), el soporte, las grasas, los temas. Pilar Lara, como quiera que firme, no debe dejar de luchar, va con ella, en su representación icónica, en sus movimientos de muñeca, en su predisposición ante la vida, por eso no podrá dejar de pelear: dentro, está el fruto.

Concesión del Premio Ciudad de Alcalá en El punto

En El Punto del 21 de diciembre de 1990, nota titulada “Pilar Lara, premio Ciudad de Alcalá”. Se hace eco de los argumentos del jurado para la concesión del premio: “por sus características plástico-conceptuales y la evidencia de una madurez reflexiva implícita en la obra”. El jurado estaba compuesto por Carlos Sánchez, JMAE, María Luz Pérez González y César Vergés. Se incluye también un breve currículo de mamá y el anuncio de la exposición con las obras concursantes en la Casa de la Entrevista.

Concesión del Premio Ciudad de Alcalá en La Brocha

La Brocha. Periódico de arte editado en Gijón. Número 68, año VIII, enero de 1991. En la sección de “noticias y concursos” (p. 8 y 10) hay una nota sobre la exposición de las obras premiadas y seleccionadas en el XXI edición del Premio Ciudad de Alcalá de Pintura, en la Casa de la Entrevista (hasta finales de enero). Se cita la concesión del primer premio a mamá y se incluye una foto de la obra. Se dice que mamá ha recibido la medalla de plata de XV Certamen Nacional de Luarca en 1984 y las menciones de honor en los años 1985 y 1986.

Texto de Carlos Sánchez en el Catálogo Nacional de Arte Contemporáneo 91-92 de Ediciones Ibérico 2Mil

El mundo creativo de Pilar Lara se sitúa en las imágenes de la memoria oculta, imágenes que son rescatadas por la artista en forma de objetos, cajas y collages para concitar una mágica atmósfera que funde un sentimiento poético y cosmológico a la vez. Diversos objetos, casualmente encontrados o buscados expresamente a lo largo de meses y años, constituyen el fundamento de la realización material. Proceso eliminatorio de elementos superfluos hasta llegar a la expresión de una determinada situación o sentimiento localizado en un común pasado histórico.

Cajas y collages de apariencia exterior inofensiva paro cargados en su interior de una incisiva y en ocasiones corrosiva argumentación sobre dos universos prioritariamente: las causas femeninas y el mundo infantil. Pequeños espacios llenos de acumulaciones visuales y plenos también de significados netamente conceptuales. Objetos y elementos ensamblados dadaísticamente y que poseen una evidente redundancia de símbolos encadenados.

Creaciones de Pilar Lara resueltas mediante un complejo lenguaje de asociaciones y referencias sutiles para provocar una narración severa en algunos trabajos y en otros un discurso nostálgico poético. El universo femenino, pletórico de referencias y las alusiones a una infancia neorrealista son los fundamentos de una memoria recobrada por Pilar Lara, con un óptimo grado de sugerencia y conciencia, de dejarnos abiertas nuevas ventanas hacía un vacío-abismo histórico, en constante y fomentado olvido desde todos los fácticos e inmediatos poderes actuales.

Texto de Carlos Sánchez en el Catálogo Nacional de Arte Contemporáneo 91-92 de Ediciones Ibérico 2Mil

El mundo creativo de Pilar Lara se sitúa en las imágenes de la memoria oculta, imágenes que son rescatadas por la artista en forma de objetos, cajas y collages para concitar una mágica atmósfera que funde un sentimiento poético y cosmológico a la vez. Diversos objetos, casualmente encontrados o buscados expresamente a lo largo de meses y años, constituyen el fundamento de la realización material. Proceso eliminatorio de elementos superfluos hasta llegar a la expresión de una determinada situación o sentimiento localizado en un común pasado histórico.

Cajas y collages de apariencia exterior inofensiva paro cargados en su interior de una incisiva y en ocasiones corrosiva argumentación sobre dos universos prioritariamente: las causas femeninas y el mundo infantil. Pequeños espacios llenos de acumulaciones visuales y plenos también de significados netamente conceptuales. Objetos y elementos ensamblados dadaísticamente y que poseen una evidente redundancia de símbolos encadenados.

Creaciones de Pilar Lara resueltas mediante un complejo lenguaje de asociaciones y referencias sutiles para provocar una narración severa en algunos trabajos y en otros un discurso nostálgico poético. El universo femenino, pletórico de referencias y las alusiones a una infancia neorrealista son los fundamentos de una memoria recobrada por Pilar Lara, con un óptimo grado de sugerencia y conciencia, de dejarnos abiertas nuevas ventanas hacía un vacío-abismo histórico, en constante y fomentado olvido desde todos los fácticos e inmediatos poderes actuales.

Texto de Gabriel Villalba en el catálogo de la exposición individual celebrada en la Capilla del Oidor (Alcalá de Henares) del 11 de marzo al 11 de abril de 1993 con ocasión de la concesión del premio Ciudad de Alcalá de 1990

No trabaja Pilar Lara sólo con el color o la imagen o la forma, que lo hace, sino con el pensamiento y así, nos abre, con cada una de sus obras, toda la poesía, todo el sentido analítico que antes y en un depurado proceso reflexivo ha encerrado en cada una de sus cajas-obra.

Y es de esta manera que nos propone un nuevo juego: un concurso para la clarificación de las ideas, una vía de penetración en el mundo de la dialéctica. Y es más, con la mayor elegancia, todo lo encierra, todo lo vela, conocedora, como es, de que la reflexión es un proceso interno y solitario y que, por tanto, produce siempre un pensamiento claro, una nítida idea que, inevitablemente, conduce a la comprensión respetuosa de todos los que escogen la divertida seriedad como forma de vida.

Texto de Javier Maderuelo en el catálogo de la exposición individual celebrada en la Capilla del Oidor (Alcalá de Henares) del 11 de marzo al 11 de abril de 1993 con ocasión de la concesión del premio Ciudad de Alcalá de 1990

EL OBJETO COTIDIANO FRENTE AL POP-ART

La idea de prestar atención y dedicación a los objetos, de identificarse con ellos, es una idea moderna, es más, es tal vez, la característica que mejor define la condición moderna no sólo en el plano artístico sino en ese más general que es el antropológico. (…) No es, por lo tanto, extraño que el arte, cuando necesita reafirmar su voluntad de modernidad y rechaza los géneros clásicos de pintura y escultura, en vez de buscar otros medios de creación asimilables a las combatidas pintura y escultura para sustituirlas, pro-yecte su actividad en la elección, manipulación y presentación de este caudal inagotable de objetos cotidianos que son entendidos como una prolongación instrumental y emocional de nuestras vidas.

Lo curioso, sin embargo, es que este fenómeno de la irrupción de los objetos en la escena artística se produzca bruscamente y, desde el principio, con una insospechada madurez. Casi sin antecedentes ni premoniciones, y en contra de la lógica evolucionista que mostraba la historia del arte, Marcel Duchamp comenzó a comprender la imposibilidad de desarrollar por completo un "arte moderno" desde los soportes tradicionales asignados a cada uno de los géneros clásicos, fue entonces cuando se fijó en esos objetos manufacturados y funcionales, encontrados o elegidos, que pueden ser capaces de contener o evocar un deseo o una idea a través de ocultas asociaciones empáticas que, por supuesto, no tienen por qué ser obvias ni relacionales. Así, Marcel Duchamp dejó de pintar y se preocupó por seleccionar un mínimo repertorio de objetos con los que identificar la actividad de su pensamiento artístico y sobre los que proyectar su vida.

Desde entonces, los objetos han invadido el mundo del arte. Dada, el Surrealismo, el Pop-art y otras tendencias, inclasificables dentro del repertorio de los "ismos", han ido elaborando diferentes categorías de artes objetuales, arando profundamente un campo de cultivo que ofrece hoy a nuestros ojos los más ricos frutos del arte actual.

Pilar Lara, que se inició en el arte a través de las técnicas de la tradición, ha ido abandonando los postulados categóricos de la pintura hasta sustituir en su obra la «representación», efectuada con colores sobre la superficie del lienzo o el papel, por la «presentación» de unos objetos inmediatos y cotidianos que, alejados de su función habitual, se cargan de nuevas significaciones y que, más que responder al especta-dor, pretenden provocar en él nuevas preguntas.

(…)

No encontraremos por este camino las claves para poder entender o juzgar la obra de Pilar Lara. Ella va a recoger precisamente los elementos más carismáticos de la liturgia del hogar, aquéllos que, en su contexto habitual, nos pueden parecer horteras o de mal gusto por su inconfundible procedencia cotidiana, como son las viejas fotografías familiares, las vacías cajas de puros, los útiles de costura, las obsoletas estampas piadosas, los tarros de cocina, en fin, esos objetos de un repertorio inmediato y obvio que no ocultan ni su origen doméstico ni su función, y que logran perturbarnos por su definida significación e intimidad.

Texto de José Manuel Álvarez Enjuto en el catálogo de la exposición colectiva “40 + ó -“ celebrada en el Centro Cultural del Conde Duque en noviembre de 1994

Sus cajas, argumentos antagónicos a su originaria inquietud por los pinceles y el borbotón sabroso de línea expresionista con figuras amplias, han dado pie a una especial liturgia de la mente. Primero fueron los recuerdos, las fotografías sin nombre halladas en las almonedas más apartadas, los que irrumpieron descarnados y sobrecogedores en las láminas compositivas de Pilar Lara. Memorias de la vida de las personas, gente inconcreta, rostros de ausencia, como vehículo cabalístico del tiempo. Una teoría de opuestos, pretérito y presente recuperados en una misma escena de vigencia absoluta; un nuevo concepto de las situaciones y del estar, hasta desembocar en la angustia de la aniquilación, de la destrucción de lo extraordinario. Primero las perturbaciones cerebrales y la destrucción del ser por motivos físicos —y otra vez el rigor conceptual de las situaciones y del estar—. Después el destrozo de la pureza, el quebranto de los elementos naturales; de cómo el hombre en uso de sus facultades mentales sanas provoca el despedazamiento de su universo en acto insensato de confuso bienestar. Un discurso de recapacitación y denuncia, concienciador de equilibrios esenciales.

Texto anónimo en el catálogo de la XIII edición del Premio de Pintura L’Oreal (1996)

La concesión del premio Ciudad de Alcalá en 1990 rescató la figura de Pilar Lara, artista a la que hasta entonces resultaba difícil seguir. Sus cajas, entre cornellianas y próximas a la cultura del exvoto, dieron paso a proyectos de mayor complejidad y dimensión, con la memoria como excusa, caso de las transformaciones y atrevimiento que encierra “Monólogos”.

Comentarios de Álvarez Enjuto sobre “Patio de figuras”, en artículo anónimo de El País (tanto en la edición impresa como en la digital)

-“Un discurso de la sorpresa, del juego, del deleite de la pintura tras un entendimiento intelectualizado del arte”. -“La figura humana como tema pictórico había estado sepultada en la última década por las corrientes abstractas y conceptuales”. -“Los artistas que forman esta corrala de vecinos tienen un lenguaje de vanguardia y actualidad y recuperan el tema de la figura humana desde una perspectiva y una intención política y social. Estos lenguajes con formas muy diversas tienen una vigencia absoluta y junto a la provocación y el juego domina la actitud política del artista”.

Texto de José Manuel Álvarez Enjuto en el catálogo de la exposición colectiva “Patio de Figuras” celebrada en la sala de la Plaza de España de la Comunidad de Madrid del 17 de junio al 9 de agosto de 1998

La verdad es que [Pilar Lara] propone dialécticas muy comprometidas. Ante sus obras no puedes huir, pasar indiferente. Te despiertan algún rincón de la conciencia. No sé, quizá la pureza de lo fotografiado, el color deslustrado de la imagen, el retocado para una obra singular. Todos esos detalles consiguen llamar la atención, excitar las emociones recónditas, impedir el paseo distante. No sólo es la imagen elegida la que frena la huida, también, y con mayor reclamo, si cabe, el trato para un trabajo sorprendente y cargado de cualidades espirituales, escalofríos memorísticos.

Texto de José Manuel Álvarez Enjuto en el catálogo de la exposición individual en la Galería 57 y en el Polvorín de la Ciudadela de Pamplona (abril de 2000)

La elección de Pilar Lara para adentrase en los mundos de la memoria y del tiempo instantáneo y además elaborar, bajo estas especulaciones, criterios instintivos e interpretadores psicoanalíticos y espirituales de las personas posando en esas fotografías, me parece un gesto de grandísima insolencia. Sin embargo, todavía no he dejado de vibrar desde que por primera vez viera unas de esas composiciones porque para mayor desconcierto venían a sustituir una larguísima serie pictórica de arraigado virtuosismo técnico y fortalecido y convulso gesto y madura e impulsiva expresividad de largísimo repertorio de figuras imprecisas ocupando las paráfrasis de ésta. Unos modales creativos de gran intensidad y valor artístico. La renovación estética, técnica y discursiva experimentada por Pilar Lara tras aquellos trabajos puramente pictóricos significó un cambio de actitud y compromiso de extraordinaria reconsideración y honda reflexión tanto para su propia compostura, como para los que la habíamos seguido paulatinamente. El cambio imponía una radical alteración proposicional y a nosotros una exigente modificación de conducta y sensibilidad. La nueva propuesta venía a revelar el verdadero talante de esta artista infatigable y a mostrar la exactitud de sus exigencias y desvelos en el mundo artístico.

Cuando Pilar Lara entra en este mundo narrativo inspirado y de recurrencia en la fotografía antigua para enseñarnos su lugar emocional y racionador, nos desvela un espíritu, una adaptación a la contemporaneidad y una claridad visionaria del devenir (la fotografía, hoy, diez años después de que Pilar Lara la reivindicara como soporte dilucidador y compositivo del discurso plástico, disfruta de una lugar de privilegio y jerárquico en las fórmulas más modernas de los artistas vanguardistas instalados y reconocidos –privilegio que a pesar del anticipo con sus obras, Pilar Lara no ha podido disfrutar-) propia de una artista excepcional dotada de los privilegios imprescindibles para la consideración y la reverencia de los demás (…). Cierto que el uso de la fotografía, el recurso del volumen o del relieve como causa transcriptora de la inquietud de Pilar Lara fueron los primeros en replantear una profunda renovación en los métodos empleados hasta el momento en el decirse desde el arte.

Muy fácil me resulta confesar mi admiración por el volumen creativo de Pilar Lara en esta última década. Su obra ha alcanzado tal categoría que requiere una reforma completa en los modos con los que suelo redactar mis textos (…). Pilar Lara firma hoy una obra que dice lo sucesivo, intuye lo siguiente. Y es así porque su temática habla del alma y de las emociones y del amor. Y el soporte en que se apoya (la fotografía) progresa sin límites.

Texto inédito de Aquilino Morcillo sobre la exposición en la Galería 57 (26 de febrero de 2000)

Otra nueva exposición de Pilar Lara, lo que equivale a contemplar otra nueva visión de la realidad en su personal proceso evolutivo que plasma explorando un nuevo soporte artístico, y siempre en permanente superación intelectual.

Conviene tener presente que Pilar Lara abandonó tanto el dibujo como la pintura y el grabado cuando su maestría la capacitaban para comercializar con éxito su obra, emprendiendo un camino de vanguardia que choca con lo establecido, apto para cosechar premios y honores al mismo tiempo que la dificultad y dureza de su obra la aparta de los exitosos circuitos comerciales. No encuentro más explicación que ha decidido poner al arte al servicio de sus inquietudes y convertirlo en el personal medio de expresión de las preguntas, usualmente sin respuesta, que formula directamente a la Naturaleza, sin consideración alguna al efecto-bofetada que estas preguntas existenciales causan en el observador, pues ha decidido realizar arte sin concesiones.

Distinguiremos entre el medio físico que utiliza y su pensamiento, muy claramente definido en su prólogo al imprescindible catálogo de la exposición, del que únicamente sobra la presentación de José Manuel Álvarez Enjuto, capaz de expresar que la obra es admirable, pero incapaz de definir la razón de esa admiración, cuando la Propia Pilar Lara se expresa con meridiana claridad. Tras observar la doliente humanidad que la rodea en un viaje en metro, concluye: “Así, divagando, acumulando angustia existencial, salgo del metro y me encamino hacia mi estudio, y allí, sin haber encontrado respuestas, construyendo utopías, en un intento de aproximación al arte, en una búsqueda de lo etéreo, para poder despegar y volar por ese universo al que pertenecemos, porque, por encima de nuestro barrio, de nuestra ciudad, de nuestro país, somos terrícolas”.

Puesto que hablamos de arte, recordaremos la maestría pictórica de Edvard Munch en “El grito” para entender el punto de partida. Este inaudible grito corresponde a los horrores de una sociedad industrial que Pilar concreta en esta frase: “las guerras proliferan, sumando muertos, en un ir y venir de odios seculares”. Su grito existencial tiene diversas y múltiples causas, y hasta esta exposición lo estaba centrando en una mirada interior a las contradicciones esenciales del individuo, pero ahora cambia al contemplar a sus semejantes como “terrícola” que es, y lo centra en los horrores de la guerra, imitando a Goya en la ironía (más bien sarcasmo) y el tenebrismo propio de los desastres de los bombardeos, pero estéticamente cambia el desgarro de la carne por el desgarro del paisaje, las ciudades y los monumentos, ya que la Tierra sufre tanto como el individuo en su ecologista cosmovisión. El sarcasmo sólo se advierte observando la “letra pequeña” del catálogo, pues las fotos de la I Guerra Mundial, o “gran guerra” tiene el pie original con las que se publicaron en plena campaña, y adquieren toda su trágica inconsecuencia con el tratamiento y la manipulación que Pilar Lara ejerce artísticamente sobre ellas.

Cabría preguntarse por la específica elección de esta temática, pues si se trata de desastres de la guerra, la II Guerra Mundial podría haber conferido el dramatismo de los exterminios masivos, atómicos, de cámara de gas e incluso aéreos como Dresde o Coventry, e incluso acontecimientos más cercanos como Kosovo o Chechenia, pero Pilar Lara se ha ido al origen de la locura, que, con espíritu ecologista, centra en la sociedad industrial, y en una Guerra en la que nadie duda que tiene orígenes económicos, sin coartadas ideológicas.

Pilar Lara nos ofrece dos claves básicas del soporte material: las fotos, los alfileres y el trabajo. En su cuadro nº 5, titulado “Detalles de la Gran Flota, siempre alerta y a la espera”, me sorprendió el número de alfileres clavados con franciscana paciencia de miniaturista medieval en la vieja foto, y sobre los que se apoyen unos papirofléxicos barquitos de billetes de banco. Calculé que habría unos 5.000 y me acordé inmediatamente de “La riqueza de las naciones” (1776) de Adam Smith y de “Principios de economía política y de tributación” (1817) de D. Ricardo, precursores teóricos del capitalismo industrial. La razón es simple: A. Smith presenta como ejemplo de división del trabajo la fabricación de alfileres, e indica que gracias a la producción en serie, en vez de fabricar un alfiler al día, un obrero podía fabricar 4.800. Tratándose de Pilar Lara, no creo en la casualidad, máxime cuando este trabajo ímprobo de colocarlos en el tablero adquiere su sentido en la afirmación de Ricardo que sitúa al trabajo como fuente exclusiva del valor. Pilar lara no sólo crea arte “per se”, sino que estima que el valor de su crítica a la sociedad bélica-capitalista está sustentado no sólo por su ingenio e inteligencia artística, sino también por su trabajo, cerrando el círculo de la plena consecuencia de su compromiso ideológico.

En cuanto a las fotos, Pilar Lara ha encontrado el soporte ideal para manipularlas en sus reflexiones: ¿Hay algo más objetivo y neutral que una foto?. Esta pregunta hay que contestarla con otra: ¿Hay algo más subjetivo que una profunda reflexión sobre la realidad objetiva?. La transformación del frío objetivismo en profunda creación reflexiva intelectual es lo que Pilar Lara nos ofrece con su maestría artística, con una angustia que distancia con su finísima ironía, y en un vanguardista soporte físico.

Aquilino Morcillo Crovett

Texto de José Manuel Álvarez Enjuto en el catálogo de la exposición colectiva llamada “Mujeres (manifiestos de una naturaleza muy sutil)” y celebrada en la sala de la Plaza de España de la Comunidad de Madrid (noviembre de 2000)

Esta exposición no pretende otra cosa que destacar la labor y el afán que muchas mujeres españolas, casadas, separadas, divorciadas, proponen en un discurso incontrovertible y comprometido (…). Una lucha pertinaz por convencer a los públicos coleccionistas (mayoritariamente masculinos) (…).

La mujer no era sino una escasa posibilidad determinada por su misma naturaleza femenina (…). La mujer es dudosa en tanto que mujer. Por naturaleza, por tradición, por estadística (…). Cierto es que los tiempos han cambiado (…). Lo único que realmente persigue esta muestra es acceder a ciertos estados privados de la mujer que siempre fueron íntimos y secretos por su condición misma (…). La manera de sentir y participar la mujer en los más inmediatos y sencillos procesos de espiritualidad la diferencian radicalmente del hombre (…). Por fortuna, una larga nómina de mujeres progresan ayudadas por sus compañeros en el concurso del arte al siempre reclamaron un sitio preferente merecido (…).

A continuación, hace un breve repaso de las aportaciones de cada una de las artistas presentes en la exposición. De Pilar Lara destaca: las elucubraciones histórico-hemocionales (sic).

Las revelaciones que nos ofrecen [estas artistas] conforman un episodio expresivo y de dialéctica repleto de tensiones y descontentos. A través del repertorio de estas obras podemos averiguar los estados de ánimo reales de la mujer española (…). Sin embargo, ninguna de las artistas comparecientes lamenta su circunstancia (…).

[Estas artistas] combaten denodadamente por no desaparecer en el transcurso de su esfuerzo en alcanzar una meta de autosatisfacción reconociéndose alguien notorio en el discurso artístico-expresivo.

Texto de Pilar Solans en el catálogo de “La duplicidad de la mirada”, exposición colectiva celebrada en la Ciudadela de Pamplona (mayote 2002)

En referencia a la obra de Pilar Lara, subraya en ella “la presencia del ojo [de la artista] como encuentro del yo con la vida del otro desconocido y con la memoria”.

Texto de Rosa Pereda en el catálogo de “Pentálogo”, exposición colectiva celebrada en el Centro Cultural Galileo (marzo de 2003)

Pilar Lara se sitúa en territorios directamente íntimos, en esas zonas desgarradas del sentimiento, de los adioses. Su serie de fotografías manipuladas “No me abandones”, en la que el bordado y el cosido y el remendado sobre papel fotográfico cuentan (…) una historia de soledad y de diferencia, una historia de incomunicación y de disolución, una historia de frustración y final feliz, con una enorme eficacia plástica, lingüística. Esa eficacia que nace del contraste entre unas técnicas y otras, entre la fotografía y la manipulación cibernética (…) y también entre el tiempo detenido en la foto estática y el tiempo imparable que su manipulación múltiple ha conseguido, transformando el instante en historia.

Obituario en El Punto de las Artes, 10 de febrero de 2006, página 36

El jueves 2 de febrero, tras complicaciones de una operación de corazón, a los 65 años, fallecía en Madrid la artista Pilar Lara, noticia que nos ha producido gran consternación y sorpresa. Pilar Lara (…) poco a poco fue moldeando un lenguaje objetual en el que desarrolló una poética y una estética intimistas, llenas de sensibilidad y gusto por mostrar la ternura y la inocencia de lo profundo. Era (…) una persona muy querida en el mundillo del arte madrileño, siempre afable, sonriente y cariñosa; y asidua a las inauguraciones de sus compañeros. Coincidimos con ella hace sólo una semana en la que ignorábamos iba a ser su última sonrisa, su postrer salida.

Texto de Fernando Sáez Lara para el Cuaderno de Color de la revista Telos, nº 73, octubre-diciembre de 2007

La autora

Pilar Lara (1940-2006)

Nació en Madrid, donde se licencia en Bellas Artes en 1964 y desarrolla toda su obra. Alejada durante unos años “de los pinceles”, por su dedicación a la familia, reanuda su carrera a principios de los ochenta. Comienza entonces la búsqueda de un lenguaje propio, proceso que le hace experimentar sucesivamente diversas técnicas, óleo, acuarela, acrílicos, dibujo, grabado y collage, e indagar en diferentes formas de expresión, desde la figuración a la abstracción. Hacia 1990, sustituye radicalmente las técnicas bidimensionales tradicionales por objetos, frecuentemente antiguos o fuera de uso, combinados de una forma significativa, a veces paradójica, nunca aséptica. En esos contextos recreados, incluye frecuentemente viejas fotografías, de ésas que un día aparecen en el fondo de un baúl, por lo general retratos de seres anónimos; fotografías que actúan como instantes de vida capturada y como emblemas de una memoria individual y a la vez, por su anonimato, colectiva. Esas fotografías van tomando poco a poco mayor protagonismo, hasta constituir la base de las obras, manipuladas manualmente primero y con técnicas digitales después.

La concesión del premio Ciudad de Alcalá en 1991 y la posterior exposición monográfica celebrada en la Capilla del Oidor suponen un gran estímulo para que la artista prosiga la exploración de este camino. Antes y después de esa fecha, obtiene varios premios, entre los que destaca el concedido por la Fundación del Fútbol Profesional, y celebra numerosas exposiciones individuales y colectivas, entre otras: ARCO 85, Centro Conde Duque (1994), Círculo de Bellas Artes (1995), sala de exposiciones de la Comunidad de Madrid (1998), ARCO 99, Galería 57 y Ciudadela de Pamplona (2000) o Centro Cultural Galileo (2003).

Durante los últimos quince años de su vida profesional realiza varias series con las que expresa sus reflexiones sobre los temas psicológicos y sociales que le preocupan, algunos de carácter más individual, pero incluso éstos generalizados para plasmar problemas y cuestiones que afectan a todos los seres humanos. Series como “Metamorfosis”, “No me abandones”, “Círculos sobre tu imagen”, “La Gran Guerra”, etc., que llevaron a algunos críticos de arte a clasificarla como artista conceptual.

Resulta esclarecedor que, siendo una artista que parece volver continuamente la vista a imágenes del pasado, lo haga siempre con una gran consciencia del presente, del lugar al que hemos llegado, y que para ello, de modo simbólico, en su última etapa, de la que forma parte este proyecto, abrace decididamente las tecnologías más modernas de la era digital.

El proyecto

El paso del tiempo

Estas diez obras comparten un mismo tratamiento formal, en todas ellas laten las inquietudes de años y años, preocupaciones tan humanas y universales como el envejecimiento, la finitud, la gestión de la memoria, la renovación generacional, la condición femenina y la lucha por una sociedad igualitaria, el anhelo de volver a comenzar. La idea de que formamos parte de una cadena y de que tenemos la misión de entregar un mundo mejor a la generación venidera subyace a lo largo de toda la obra de Pilar Lara y aquí pasa al primer plano. Desde ese punto de vista, se puede considerar su obra como un testimonio generacional, la expresión de quien ha sido testigo atento de la transformación experimentada por nuestra sociedad desde el franquismo a la democracia, desde los prejuicios a la libertad, desde la preindustrialización a la era digital.