Etapa objetual y conceptual (1989-2006)
Capilla del Oídor (Alcalá de Henares, individual, del 11 de marzo al 11 de abril de 1993)
Pablo Jiménez en el ABC Cultural (nº 72, 19 de marzo de 1993, p. 26)
Pilar Lara: liturgia de la memoria
Dentro de la magnífica labor que desde hace unos cuantos años ya viene desarrollando el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, por medio de la Capilla del Oídor, hay que celebrar ahora la exposición de Pilar Lara como un momento importante más dentro de su trayectoria.
Pilar Lara, prácticamente una desconocida para el aficionado, presenta un trabajo realmente sorprendente en lo que tiene tanto de perfectamente concebido y elaborado como de novedoso dentro de unos planteamientos generales que tienden peligrosamente al mimetismo. Sus obras parten de los materiales de la memoria, viejas fotografías, objetos cotidianos, manteniendo, por un lado, lo que tienen de símbolos compartidos, pero, por otro, lo que hay en ellos de contenido íntimo, creando de este modo una suerte de doble lectura.
De este modo se establece un juego realmente rico de sugerencias y en el que Pilar Lara se mueve con una extremada habilidad y una gran sutileza, que le permiten en todo momento salvar los riesgos evidentes del uso de una iconografía y unos materiales con una importante carga emotiva. Todo lo contrario. Abundan los juegos cargados de ironía y los inteligentes contrapuntos que saben perfectamente pesar y combinar lo implícito y lo explícito.
Pocas veces tenemos la oportunidad de encontrarnos con una exposición tan redonda desde el punto de vista plástico y al mismo tiempo tan perfectamente centrada en la ordenación de los contenidos, en la rigurosa ingeniería de los juegos de sobreentendidos y que al mismo tiempo permite que bajo ese complejo armazón, uno sienta toda la delicadeza […].
Exposiciones como ésta, en la que se consigue un equilibrio total entre experiencia íntima y claves comunes, entre referencias artísticas y finura en el acento personal, le reconcilian a uno con un panorama que suele embarrarse en los mimetismos y las estéticas al uso y son como una bocanada de aire fresco que abre caminos.
40 + ó –
(Cuartel del Conde Duque, Madrid, colectiva, del 11 de noviembre de 1994 al 20 de enero de 1995)
Crítica anónima en El Punto de las Artes (18 de noviembre de 1994)
Marcos Ricardo Barnatán en Metrópoli (1 de diciembre de 1994)
Y otra sorpresa muy grata: las sugerentes cajas de Pilar Lara, una breve pero contundente colección de objetos mágicos que tienen la fascinación poética de los cofres encantados. Una respuesta feliz a tanto cachivache conceptual.
Sala Minerva (Círculo de Bellas Artes, Madrid, individual, del 4 al 22 de diciembre de 1995)
Crítica anónima en la Guía de Madrid (8 de diciembre de 1995, p. 5)
Pilar Lara […] presenta en la Sala Minerva del Círculo de Bellas Artes una muestra de sus creaciones. Una gran diana donde la obra implica al espectador, un abeto adornado con vainas de proyectiles, un juego de fotografías que permite realizar metamorfosis en las imágenes son algunas de sus curiosas propuestas.
José Ramón Danvila en El Punto de las Artes (8 de diciembre de 1995)
“Pirómano”; “Soledad”, “Cárcel” o “Metamorfosis” son algunos de los títulos que Pilar Lara ha dado a sus obras. En ellos están algunas de las claves de su trabajo, todas posiblemente resumidas en una problemática entre existencial y social que va haciéndose cada vez más compleja, al hacerse colectiva, y cuaja en dos ejemplos significativos: “España física” y “Reciclaje para la paz”, dos ejemplos que nos hablan de dramas de vital importancia.
En el díptico escrito por la artista que hace las veces de catálogo, explica en un tono jocosamente dramático la realidad de una época aciaga y prolija en desventuras. Catástrofes naturales y provocadas por el hombre, guerras y tragedias de todo tipo, insatisfacciones y contravenciones sociales o políticas que ocupan finalmente una parte importantísima de la información a que nos vemos sometidos. El sistema nervioso es indispensable para conocer, analizar, reconocer y archivar toda esa información y son algunos de los procesos que en él se llevan a cabo el objetivo, más o menos indirecto, de su obra. Por fin, la degradación de los sistemas.
En cualquier caso, Pilar Lara se explica a medio camino entre el juego y el guiño, lo que está muy claro si se considera que los adornos de su árbol navideño son vainas de proyectiles de distinto calibre, al igual que las fichas de un curioso y malévolo juego de damas, o cuando se descubre que el término “metamorfosis” es tan sólo una excusa para el artificio que en otros muchos aspectos significa a la vida humana. Y es que la artificiosidad es esencial en su trabajo.
Por otro lado, está la llamada a la participación. Pueda o no intervenirse en el juego, se trata siempre de reclamar la atención del espectador y de proponerle que añada modificaciones, unas veces mentales, otras físicas, que reafirmen o modifiquen esa idea de artificio. De esta manera, el que interviene remata un proceso inconcluso […].
Aunque parezca que su obra deambula únicamente entre los conceptos, Lara es una artista realista que mira siempre a su alrededor, en lo próximo y en lo lejano, para buscar aquellos asuntos que la provocan […].
Carmen Pallarés en el ABC de las Artes (15 de diciembre de 1995, p. 34)
Aquí, en la Sala Minerva –Minerva, dense cuenta- nos recibe, para empezar, un gran abeto navideño falso, adornado y a punto para acompañarnos en estas fechas: abeto del que cuelgan a modo de abalorios navideños vainas de proyectiles de distintos calibres, nada menos […]. Sin comentarios: ahí está. Corran ustedes el riesgo. A continuación, acérquense a las vitrinas donde les esperan dos juegos de mesa: ese dominó y ese damero tienen también a las balas […] como guías y protagonistas. El árbol navideño y los dos juegos tienen el mismo título: “Reciclaje para la paz” […]. “Reciclaje para la paz” tiene más de una lectura. Una de ellas es la que quiere comunicarnos el deseo, la inspiración, la necesidad de paz más allá de los pactos, de las conveniencias y de las firmas: una paz verdadera; otra es la que mantiene la desconfianza de que tal hecho pueda ser así. Entre una y otra están siempre el abismo del dolor, de la injusticia y de tantas y tantas salvajadas más.
Pilar Lara nos presenta también dos mapas de España erizados de cerillas con las cabezas quemadas: otra pieza que se las trae. Del resto, están a la altura de las comentadas “El peso de las ideas” […], una obra impecablemente concebida y realizada, sin exceso ni defecto alguno y verdaderamente eficaz. Y para terminar, destaco la caja “Soledad”, impresionante en la contundencia de la idea y de la experiencia, y “Esquizofrenia”, jaula medio abierta medio cerrada, situada en lo alto de un muro: desde ella nos contempla una fotografía cuya identidad no nos importa, porque es uno mismo quien desde sus ojos podría mirar a otro que, en ese instante, ocupase exactamente mi lugar.
Javier Maderuelo en el suplemento Babelia de El País (16 de diciembre de 1995, p. 1)
La idea del arte como juego de libertades va a florecer en el idealismo romántico, de la mano de Schiller, frente a los desastres de la guerra que provocaba una revolución que en nombre de la libertad jugaba con vidas humanas. Desde entonces se ha ejercido la facultad de jugar en y con el arte parodiando la realidad, sin que por ello se haya acabado con el otro juego macabro. Por eso, los juguetes que sobre la guerra construye Pilar Lara no dejan de ser ingenuos aunque de un indudable impacto visual […].
XII edición del Premio L’Oreal (Madrid, 1996)
Julia Sáez-Angulo en Antiquaira (octubre de 1996)
Exposición en el estudio de la calle Pedro Heredia, 8 (Madrid, colectiva, 9 de mayo de 1997)
Julia Sáez-Angulo en Antquaria (nº 151, junio de 1997, p. 72)
Su obra llamó la atención en la última convocatoria de L’Oreal. Ahora con Trinidad Irisarri, Marisa Moral y Delia Picirilli expone en el estudio, en una convocatoria conjunta. El collage de fotografías que evocan y repiten una imagen, a modo de dios del pasado, es la técnica Lara.
XIII edición del Premio L’Oreal (Madrid, 1997)
J. Marín-Medina en ABC de las Artes (26 de septiembre de 1997, p. 35)
Entre los certámenes de arte que promueve la iniciativa privada en España, el Premio de Pintura L’Oreal se ha convertido en uno de los “clásicos”, pues tiene credibilidad y también rango de primera “clase” en este género de eventos del mecenazgo empresarial. Su convocatoria sirve cada año para poder presentar una panorámica valiosa por parte de las inquietudes renovadoras que vivifican nuestra pintura […]. Desde tales presupuestos, esta exposición de la decimotercera edición del certamen ni defrauda ni entusiasma […].
Al visitante asiduo de este premio puede llamarle la atención el bajón que se observa esta vez en el número de la representación de piezas de “pintura-fotografía”, género muy abundante en convocatorias previas de L’Oreal. Aquí quedan, no obstante, los “montajes” siempre interesantes de Pilar Lara, los juegos de “copias” en papel Radiante de Ciuco Gutiérrez y las “mezclas” de Manolo Jiménez García […].
Galería Montalbán (Madrid, colectiva, del 22 de diciembre de 1997 al 3 de febrero de 1998)
Carmen Pallarés en ABC Cultural (30 de enero de 1998)
Galería 57 (Madrid, individual, entre febrero y marzo de 2000)
Pilar Treviño en El Punto de las Artes (3 de marzo de 2000, p. 6)
Pilar Lara nos presenta su nueva obra, que, sin separarse de la línea seguida hasta el momento, se inclina hacia un mayor grado de denuncia social por medio de la actuación sobre imágenes que son testimonio de la inconsciencia humana expresada en la locura de la guerra, en un modo de hacer suyo el conflicto, la permanencia del dolor. No ha buscado escenas de guerra más recientes, neutralizando así, en cierto modo, lo dramático, al marcar la distancia en el tiempo. No busca el dramatismo de la fotografía sino su contenido último, como valor de símbolo. Confronta los objetos del pasado con el presente y elabora una verdadera poética propia que ofrece al espectador, con elegancia formal y síntesis icónica para enfatizar el contenido y despertar la memoria colectiva.
Javier Hontoria en El Cultural de El Mundo (5 de marzo de 2000, p. 34)
Marcos Ricardo Barnatán en Metrópoli de El Mundo (nº 511, 10 de marzo de 2000, p. 46)
Pilar Lara piensa que el mundo está mal hecho, se desangró y sigue desangrándose en guerras, exterminios masivos, en persecuciones y en hambre, que siempre traen muerte, muerte, muerte (…). Su obra quieres ser solidaria, y ser parte de una tradición de arte radical comprometido con la realidad social. Para ello se ve obligada a la denuncia de lo que siente injusto (…). Pero Pilar Lara no rebaja por ello la calidad y el rigor de su obra, no se entrega al panfleto fácil o a la obviedad. Desde sus inicios ha buscado un lenguaje personal y distinto, con el que narrar sus preocupaciones y sus sentimientos… y en cada exposición gana en calidad y elegancia (…). El pacifismo de estas obras está expresado con imaginación y su belleza no disminuye su temperatura crítica. De las cajas cornellianas pasa al uso más coyuntural de la fotografía manipulada, a los clavos, el metacrilato y el metal. Y en la última obra –la fotografía de un soldado con un gran corazón rojo hecho de lanas- consigue una interesantísima fórmula para su producción futura.
Francisco Carpio en La Razón (10 de marzo de 2000, p. 46)
La metálica presencia de una campana singular, construida con el casco de un obús o de una bala de gran tamaño abre esta exposición de Pilar Lara. Y con su simbólico tañido se inicia también toda una declaración de principios acerca de cuáles van a ser los objetivos perseguidos por su autora, que en un texto, idealista y sincero, nos dice: “Tal vez algún día retomemos el orden, aprendamos a paliar el dolor, a litigar sin armas, a erradicar el odio, a dominar la locura…”.
El material del que están hechas estas obras es la sustancia gris y sepia de la memoria (…). Los elementos con lo que interviene estas rancias imágenes –viejas fotografías de la guerra de 1914, la llamada “Gran Guerra”- (alfileres, imperdibles, hilo, gomaespuma, lana, lentejuelas, fieltro, cremalleras…) articulan una cartografía personal sobre la superficie de las fotografías, descontextualizando y trasmutando, como en una epifanía, su carga semántica original. Los soldados, las bestias y vehículos, los edificios bombardeados y ruinosos, los campos horadados por una acné de obuses y metralla forman la piel de estas fotografías heridas; una piel abierta, hundida, rajada, cosida, buscando lo tridimensional, un rompecabezas espacial que el espectador tuviera que completar mentalmente en su retina.
Carmen Pallarés en el ABC Cultural (nº 424, 11 de marzo de 2000, p. 43)
La última colección de Pilar Lara tiene como tema la guerra, concretamente la Gran Guerra, sus desastres y barbaridades, sus armas, sus escenarios de destrucción, sus muertos y sus sobrevivientes. Es la rememoración de lo sabido, presentado con la eficacia reflexiva, la claridad de ideas y la altura técnica que caracterizan el quehacer de una artista excelente.
Mediante una inteligente transformación de sus significados, Lara parte de imágenes fotográficas originales, halladas en el Rastro, e interviene en cada fotografía con procedimientos de collage objetual. En una de ellas, referida a “los leviatanes de la artillería francesa”, Lara ha trabajado de dos maneras: en una, grandes lentejuelas rojas, pinchadas con alfileres, se insertan en el horizonte tras las amenazantes proporciones del eje del cañón; en la otra, una serie de bonis de colores configuran aeroplanos, flores, nubecitas, con un lenguaje de infantilizado diseño propio de trabajos manuales. Pilar Lara sabe sesgar siempre los significados, dotar a las imágenes de las que parte de mensajes imprevistos, introducir comentarios sin palabras, con calado y gravedad. A mí me convence siempre. Las suyas son obras con valor, sentido, y con un espléndido dominio artesanal. Obras de la fecunda madurez de una artista.
En la cartelera del suplemento de Madrid de El País (13 de marzo de 2000)
Javier Maderuelo en El País (18 de marzo de 2000)
Utilizando una depurada técnica de construir collages, Pilar Lara une en sus obras dos temas: la guerra y el trabajo femenino. Por medio de dos dedicaciones tópicamente femeninas como son la costura y el tejer, utilizando hilo y alfileres, Pilar Lara realiza sus obras alterando físicamente fotografías antiguas que muestran imágenes de la devastación que provocó la Primera Guerra Mundial.
Paradójicamente, la distancia histórica de las imágenes, un excesivo preciosismo en la realización y una delectación en mostrar lo ingeniosos que son los procedimientos utilizados convierten a estas obras en estetizados objetos descargados del horror de la guerra y despojados de cualquier tipo de interpretación crítica.