Amor e Intimidad (1981-1982) · Grabados
Durante estos años del comienzo de su madurez artística, la actividad de Pilar Lara se divide entre las acuarelas y la obra gráfica. Algunos temas son los mismos, sobre todo los temas eróticos, pero Pilar explora simultáneamente las posibilidades semánticas que le ofrecen ambas técnicas para introducir matices en su manera de tratarlos. Si en la acuarela las escenas amorosas tienen un tono festivo, exaltado, pasional, en la obra gráfica son alternativamente más serenas -cuando emplea el grabado sencillo a buril- o más sombrías, crepusculares, obsesivas -cuando usa el aguafuerte o la manera negra-.
Dentro de su obra gráfica, además, hay un par de guiños a su etapa anterior, cuando ensaya composiciones más o menos abstractas o de corte cinético. Pero la serie más notable y característica es la que constituyen las escenas de parejas reposadas -en un sofá, en un banco o en una barca- o practicando deportes al aire libre -un conjunto, éste, que Pilar tituló significativamente “Seriesport”-. En esta serie, predominan el aguafuerte y sobre todo la estampación a varias tintas. Pilar se sentía muy atraída por la variedad de matices que ofrecía esta técnica en cada copia, algunos intencionados, otros inesperados, y por sus calidades pictóricas. Los cambios de color forzados los experimentó en otras dos obras, en las que retrata a mujeres desnudas sobre un sofá. En ellas, preludia los temas que va a tratar en la siguiente fase -la que hemos bautizado como “Sueños”-: figuras melancólicas en contextos domésticos.
Pilar se entregó con pasión a la investigación gráfica. Le interesaba mucho la posibilidad de producir obra seriada (como hará también al final de su última etapa al volcarse en las obras digitales). Se inició en los talleres de Antonio Marcoida, a los que asistió durante esos dos años. Y participó en varios certámenes y exposiciones con sus grabados: el XIII Certamen Nacional de Pintura de Luarca, el X Premio de Grabado Carmen Arozena de la Librería Abril y el Concurso Calcográfico Nacional, en 1982; la XIII Exposición Nacional de Artes Plásticas de Valdepeñas, en 1983; el I Premio de Grabado del Museo Bello Piñeiro del Ferrol, en 1984; y en “Mujeres en el grabado contemporáneo” en el Centro Cultural Buenavista y en una colectiva, en la que constituyó su primera experiencia internacional, en la Galería San Paolo de Bolonia (Italia), en 1985, cuando llevaba ya dos años sin producir nuevos trabajos sobre plancha de cobre. Además, los presentó junto a las acuarelas en su primera individual en la galería Orfila en 1982.
Volvió a la obra gráfica en 1985, tras asistir a un curso de verano impartido por Jesús Núñez en Betanzos. Ahora a la serigrafía. Las pocas obras que realizó con esta técnica conectan directamente, como era de esperar, con los temas y el lenguaje que ya estaba utilizando en sus pinturas coetáneas: pesadillas, encuentros amorosos entre figuras míticas y mujeres y transfiguraciones oníricas. La posibilidad de emplear colores intensos y trazos violentos que le ofrecía la serigrafía invitaba a trasladar estas escenas de corte expresionista del lienzo a la estampa. Pero el ensayo no tuvo continuidad. No pasó de ser una prueba: ni siquiera llegó a numerar las copias.
Tampoco retomó nunca las otras técnicas de estampación, pese a su entrega inicial. A la dificultad que suponía manejar las herramientas de grabado debido a los problemas que tuvo en la mano hábil por esas fechas, se debió sumar la sensación de que la minuciosidad y la lentitud que exigía el trabajo sobre la plancha limitaban su necesidad de expresión inmediata, visceral, que caracterizó a las siguientes fases de esta etapa. En ese sentido, se puede decir que ese gusto por el trabajo pausado, de orfebre, lo recuperará en la cuarta etapa, aunque en un medio totalmente distinto.