Vuelta al trabajo: Pasteles y Óleos (1979-1981)
De 1966 a 1978, Pilar Lara apenas trabaja, si exceptuamos algunos retratos íntimos realizados durante los dos veranos pasados en Cercedilla (1972 y 1973). Aquí mostramos uno de su hijo mayor y dos de su amiga Laura. Hizo algunos más, también en veranos sucesivos, ya en Villanueva de la Cañada, que regaló a los retratados. Ni siquiera se puede decir que fuera una actividad que practicara con regularidad con el fin de no “perder del todo la mano”, por lo que el anhelo de volver a reencontrarse con su vocación fue aumentando durante esos años, hasta que en 1979, con sus cuatro hijos, como decía ella, “ya criados” (o casi), decidió hacer hueco en su agenda vital y sacar tiempo para volver a los pinceles. Considerando que necesitaba recuperar el terreno perdido y, en buena medida, “volver a empezar”, se inscribió en unas clases de dibujo y pintura en la academia fundada por Manolo Arjona, amigo y compañero de la Escuela de Bellas Artes.
Frecuentó la Academia Arjona durante los tres siguientes años. Volvió al punto de partida, a practicar el óleo y los pasteles, a trasladar al cuadro la figura humana y el paisaje del “natural”, tal y como podemos ver en algunos retratos realizados a modelos en la academia y en algunas vistas pintadas en Villanueva de la Cañada. Pero en seguida se adentró en terrenos nuevos para experimentar nuevos lenguajes, pintando por primera vez composiciones y temas “creados” por su imaginación: unos lienzos con temas deportivos de corte “cinético” que presentó a la Bienal del Deporte de Barcelona ya en 1979 e incluso algún ensayo de abstracción. Había comenzado su búsqueda. Había recuperado el dominio técnico de la pintura. Ahora sólo faltaba encontrar la forma de expresión en la que reconocerse.
La artista que llevaba dentro había renacido de forma imparable y ya se quedó con ella para siempre.